Actitud, Dinero y Negocio: tu A.D.N. de emprendedor.

1- La actitud influye en el autocontrol, la determinación y el poder mental, y determina el 85% del resultado. La Aptitud (ser aptos, el conocimiento) sólo determina el 15%.

La mayoría de la gente se esfuerza por conseguir su propósito pro­fesional haciendo lo que cree correcto en cada momento. Si ob­servamos una muestra representativa de personas y analizamos los mé­todos empleados y las herramientas utilizadas para la consecución de sus metas, comprobaremos que son muy parecidos. Han trabajado lo necesario dedicando esfuerzo, tiempo…La pregunta es ¿por qué no todos obtienen los mismos resultados? La clave está en la Actitud.

La actitud es el modo en que miramos las cosas según la idea que tenemos sobre nosotros mismos en un marco de referencia en el que se encuentran nuestras circunstancias personales, el nivel de autoesti­ma, el carácter y la opinión de los que nos rodean, obteniendo así una percepción de lo que somos o no capaces de hacer y de lo que somos o no merecedores de alcanzar.

Al hablar de actitud, me gusta referirme a ejemplos en distintas disciplinas deportivas que pueden resultar ilustrativos. Ejemplos como Rafa Nadal, al que hemos visto en competición pelear hasta la última bola de un partido sin rendirse, rompiendo el juego y la moral del contrario y dándole la vuelta cuando todo parecía ya perdido.

O en motociclismo, donde Valentino Rossi, (soy consciente que no despierta muchas simpatías en la actualidad, pero obtenía resultados cuando era menos arrogante, y sirve de ejemplo para lo que trato de expresar, la diferencia entre la actitud correcta, y actitud errónea), demostró su actitud ganadora el año 2.004, cuando cuestionaron su valía por la evidente superioridad mecánica del equipo Honda, tomando una decisión muy arriesgada cambiando a Yamaha, equipo entonces que estaba claramente en in­ferioridad técnica. En motociclismo, la diferencia entre el primero y el décimo en entrenamientos puede ser de menos de un segundo, sin embargo, el primero hace la “pole” y el décimo pasa desapercibido ha­biendo realizado un excelente trabajo y entregado un nivel de esfuerzo equivalente.

Otra disciplina como el atletismo, en la carrera de los cien metros lisos toda­vía es más dramático. Durante los Juegos olímpicos de Londres 2.012, las diferencias entre el ganador y nuevo record olímpico, el jamaicano Bolt (9,63”); Blake, medalla de plata (9,74”) y Justin Gatlin, medalla de bronce (9,79”), sólo pueden ser apreciables mediante las últimas tecnologías que miden los resultados. Todos los aficionados recordarán ese pódium, pero el resto de atletas muy probablemente caerán en el olvido.

Son sólo ejemplos, pero hay trabajo y esfuerzo comparables, horas de entrenamiento, preparadores personales de alto nivel, materiales de primera línea, equipos…pero sólo uno consigue la gloria.

La victoria y el éxito están en la mente de los ganadores. Es actitud y fuerza mental por encima de todo. Éxito y actitud constituyen un binomio inseparable.

En los distintos aspectos de la vida sucede de igual modo. Es cues­tión de actitud. Esa actitud de no aceptar el no, de no asumir la de­rrota no siendo ésta una opción, sino viendo la victoria como algo inevitable. La creencia firme, la fe ciega, la actitud ganadora. Es estar concentrado y enfocado.

La actitud emprendedora te sitúa en ese pequeño porcentaje de la población que decide ser dueño de su destino, para seguir un camino de crecimiento buscando la libertad individual.

A aquellos que dicen que esto es imposible, les ruego que no molesten a los que lo estamos haciendo.    Thomas Alba Edison.

2-Todos nos relacionamos a diario con el Dinero. Sin embargo poco nos enseñaron sobre cómo funciona y cómo debemos manejarlo para que, lejos de suponernos un problema, sea fuente de seguridad y bienestar en nuestras vidas.

El dinero, nos guste o no, es como el oxígeno, vital e imprescindi­ble para la vida y se hace necesario aprender a manejarnos con él para hacer un uso inteligente y racional del mismo, para tener prosperidad y evitar las consecuencias derivadas de los malos hábitos y la ausencia de inteligencia financiera.

Con un mínimo de formación en relación con el dinero, los es­tragos de la crisis pasada que sufrieron muchas familias se hubieran evitado. La nula conciencia del ahorro, el sobreendeudamiento de las familias para adquirir estilos de vida incoherentes y desproporciona­dos con los niveles de ingresos, así como erróneos planteamientos en relación a los conceptos de inversión, han llevado a muchos a situaciones dramáticas y muy dolorosas, y a muchas empresas a la quiebra con la consiguiente destrucción de empleo.

Tocaba vender dinero por un tiempo y las entidades financieras nos lo pusieron fácil. Vivir en la irrea­lidad ha traído las consecuencias que son por todos de sobra conocidas. Al igual que la educación vial, la educación financiera debería empezar a impartirse desde temprana edad y de forma natural en las escuelas.

En principio hay que decir que el dinero en sí mismo es neutro, no es ni bueno ni malo, simplemente es dinero, es energía y según el uso que hagamos de él haremos que sea bueno o malo sirviendo para buenos o malos fines. Resulta difícil imaginar cómo sería el mundo y la sociedad de no existir un medio de intercambio como el dinero.

Hay que tomar conciencia sobre el dinero y su manejo, aunque esta afirmación te resulte simplista, porque he observado que son muchas las personas que suelen tener dificultades para llegar a fin de mes y eso no siempre está directamente relacionado con su nivel de ingresos. Personas y familias con economías e ingresos holgados sufren toda su vida de escasez y viven sobreendeudadas, mientras que otras con ni­veles mucho más ajustados, mantienen economías saneadas e incluso disponen de liquidez y ahorro.

Lo mismo sucede con las pequeñas empresas. La buena o mala gestión influirá en el porcentaje final de empresas que sobreviven más allá de 5 años y que en España suele rondar sólo el 5%. De las que so­breviven, diez años más tarde y a su vez, vuelven a desaparecer el 95% de ellas. La formación o educación financiera no es el único factor que entra en juego en la ecuación, pero es uno de gran calado.

Muchas veces ocurre que hay gente desarrolla una actitud «hostil» hacia el dinero. En mi experiencia, cuando se vive una situación con pensamientos de escasez y que sentimos con emocionalidad intensa por un momento difícil en términos económicos, reforzamos y ali­mentamos dicho pensamiento por el temor a las consecuencias y suce­de que rara vez nos veremos defraudados.

El dinero no es el culpable de la situación, sino la relación mantenida con éste un tiempo atrás. Si recuerdas en este momento alguna situación para tí complicada en tér­minos económicos ya vivida en el pasado, párate a pensar qué habías hecho un tiempo antes de que se manifestara el incidente. Me estoy refiriendo a que todo efecto obedece a una causa. Si en un momento dado tienes un problema con el dinero, éste es consecuencia directa de una mala decisión tiempo atrás.

Muchos afirman que el dinero no da la felicidad, pero que yo sepa, ser pobre tampoco. Suelen ser los mismos que también afirman que tener dinero no es importante… ¡Falso! Los que afirman esto, son personas que suelen estar sin blanca, son los que, por lo general, están «tiesos». También suelen ser los mismos que dicen que tener dinero es sucio y es de egoístas e insolidarios. Bien, pues la mejor forma de ayu­dar a otros es generando riqueza, poner en marcha un proyecto con el que ganar mucho dinero y destinar éste a constituir una O.N.G para poner al servicio de los demás la riqueza acumulada y el conocimiento adquirido y necesario para alcanzarla.

No hay escusas. Gente con estos planteamientos son gente que no quiere hacer el esfuerzo que supone conseguir resultados. Son gente tóxica y que no verán bien que tú sí estés dispuesto a trabajar y pros­perar para vivir una vida mejor. Hay que poner distancia con estas personas negativas que quitan energía, consejeros y asesores gratuitos que dicen lo que saben, pero sin saber lo que dicen. Son personas que ejercen como verdaderos ladrones de sueños.

Cuando estamos bien en un momento de economía saneada, todo en el entorno de nuestro espacio vital también suele estar bien. A las averías en los equipos electrónicos, en el coche o en casa, parece que les encanta acudir en los momentos más inoportunos. Por eso y para que todo funcione, nuestra energía debe estar puesta en la abundancia como estado mental, independientemente de si tenemos dinero «físi­co» o no en un momento concreto.

La riqueza va unida a un estado mental de prosperidad. Por eso, la persona que tiene men­talidad de abundancia, si sufre una quiebra y se arruina, vuelve poco tiempo después a generar riqueza y a acumular una fortuna mayor. Al contrario, si recae una herencia importante o un premio de lotería en alguien con planteamientos de escasez como la tacañería, la mezquindad, la avaricia, la codicia, o la envidia, pronto se ven en una situación peor que antes de recibir el dinero, siendo incontables los ejemplos.

Para una vida más saludable, debemos hacer las paces con el dinero y considerarlo como algo siempre bueno. Defiendo que es posible aunar conceptos como conciencia y dinero, riqueza y solidaridad, y abundancia con actitud de servicio.

Además, el dinero es como la salud, hoy los tenemos y quizá ma­ñana no, así que conviene cuidar ambas cosas.

El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia. Woody Allen.

3- Negocio. Ser hoy profesional en tu campo supone trabajar con ética, aporta­ción de valor en el producto o servicio que comercializas, una acti­tud de servicio a los demás y contribución a la sociedad. Pero al mismo tiempo, debemos garantizarnos poder vivir dignamente con nuestro proyecto emprendedor. Es una aspiración humana, justa y posible. Por lo tanto, vas a desarrollar una actividad comercial, un negocio.

Estamos poniendo en marcha una actividad empresarial, indepen­dientemente de la magnitud de nuestro proyecto, ya sea una estruc­tura mínima siendo empresarios individuales o como socios de una mercantil. Tenemos por tanto un «negocio» en toda la extensión de la palabra.

Remarco esto porque algunos emprendedores no toman conciencia hasta pasado un tiempo porque al principio no obtienen grandes resultados, no llegando a creer suficientemente en ellos y en su proyecto. Hay que tener una visión como punto de partida, y tiene que ser amplia y ambiciosa, con la fe puesta en un objetivo perfecta­mente diseñado.

Los ejemplos clásicos que vienen a refrendar esta idea son por todos conocidos. Whatsapp, Google, o Youtube, arrancaron con pocos medios y capital, alcanzando la relevancia que muchos no imaginaron. Soy consciente de que estos ejemplos son inusuales y po­siblemente irrepetibles, pero lo que quiero significar es la magnitud que puede alcanzar una buena idea cuando la visión va más allá de las posibilidades.

Si tienes una profesión liberal y tu proyecto emprendedor guarda relación con ella, habrás de compaginar dos aspectos fundamentales: los puramente profesionales y los relativos a las labores gerenciales, y en ambas funciones se hará necesario ser buenos y eficaces. Como ya vimos, un título no es la pócima mágica, además se hace imprescin­dible ser buen ejecutor para llevar adelante una buena idea con éxito.

Es un hecho categórico que como emprendedor tendrás que resolver cuestiones empresariales y de negocio al mismo tiempo que ejerces como profesional.

Por mucha formación que hayas podido adquirir en todas las subespecialidades de tu profesión y por muy sobresalien­te que seas en aspectos puramente técnicos y profesionales, si no se gestiona convenientemente y con eficiencia tu negocio, habrá lagunas que pondrán de manifiesto carencias con efectos indeseables y acumu­lativos que en el largo plazo, pueden llegar a ser demoledores.

Existen profesiones como las relacionadas con la salud o la abogacía por ejem­plo, donde hablar de «negocio» resulta un poco incómodo, porque por tradición se antepone el espíritu de servicio para salvaguardar la salud o la asistencia letrada al defendido, pareciendo que el aspecto económico estaba en segundo plano.

Yo considero que no se puede tener hoy una visión parcial en un mundo cada vez más competitivo y con sectores saturados con planteamientos muy agresivos en el aspecto comercial.

Llega el momento de acometer la realidad, y si tus valores fundamentales te impiden gerenciar tu propio negocio, no cuentas con habilidades de relación o bien no te sientes cómodo en esta faceta, deberás delegar las tareas gerenciales de tu empresa o bien trabajar para un tercero.

De ahí que, dentro de un mismo sector, se pueda apreciar el crecimiento de unos mientras otros languidecen y mueren agónicamente.

Algo que te puede ocurrir al principio, será querer entender y do­minar todos los aspectos que giran en torno a la actividad dentro de tu proyecto.

Conocer el por qué de las cosas y su funcionamiento es conveniente porque considero que para mandar hay que saber sobre lo que se lleva entre manos. Sin embargo, eso no implica que nos ocu­pemos de todo personalmente, por lo que lo más práctico y saludable es delegar y confiar para poder centrarnos en los aspectos netamente profesionales.

He conocido a muchos profesionales que han alcanzado el éxito y tras ello, han adoptado una cierta conciencia espiritual. Espiritualidad y dinero no son ideas excluyentes, sino perfectamente compatibles. La clave está en adoptar el binomio desde el principio. Es muy fácil ser espiritual una vez que se ha llenado la cartera. Hay que trabajar con profesionalidad y honestidad, aunando conciencia y dinero, riqueza y solidaridad como punto de partida. Así se producen buenos resultados en el medio-largo plazo, que son los que cuentan para la generación de marca profesional, el buen nombre y la perdurabilidad del proyecto.

La estrategia para configurar tu modelo de negocio es una tarea personal, pues un negocio, con el tiempo, acaba pareciéndose y te­niendo el alma de quien lo dirige. Se dice que muchas parejas acaban pareciéndose después de años de convivencia, incluso algunos dueños a sus mascotas, y todo tiene su base de realidad.

Los parecidos llegan a producirse por identificación, amor y dedicación. Un proyecto em­prendedor se impregna de la esencia de quien lo crea, lo capitanea y lo vive. De modo que tu negocio crecerá en la medida que tu crezcas como persona y tendrá los mismos valores que le aportes, consiguien­do definitivamente que esté alineado con tu ser.

Llegado el momento y antes de entrar en acción, una buena filoso­fía a adoptar para afrontar el proyecto y que a mí me ha funcionado, consiste en alejarse un poco del plano de la cotidianidad y tomar pers­pectiva para relativizar los pequeños problemas y retos que la vida nos ofrece como camino de crecimiento.

Todo lo que veamos en principio como problemas insalvables, con la perspectiva del tiempo lo consideraremos en realidad nimiedades si adoptamos en todas las situaciones una actitud ganadora, centrándo­nos en la solución y nunca en el problema, pues desde la posición de éste siempre será difícil hallar la salida.

Tres cosas muy sencillas se necesitan para tener éxito en un negocio: conocer tu producto mejor que nadie, conocer a tu cliente y tener un ardiente deseo de triunfar. Dave Thomas de Wendy.

En resumen, cada emprendedor tiene un mapa genético específico configurado en base al conocimiento y la experiencia acumulados que determina la actitud para afrontar los desafíos y la capacidad de respuesta en la
toma de decisiones.

En ese genoma, pueden darse errores que pueden desencadenar situaciones limitantes y que impidan alcanzar
con éxito la consecución de un proyecto. Estos errores, suelen concentrarse en las tres áreas fundamentales ya definidas: Actitud, Dinero y Negocio:

1- Actitud emprendedora inadecuada con deficientes planteamientos; falta de creencia en las propias capacidades; creencias limitantes o formación específica insuficiente.
2- Creencias erróneas sobre el Dinero y su manejo; ausencia de cultura financiera; temor a la quiebra y a la ruina económica; actuar desde el miedo en lugar de hacerlo desde la perspectiva de crear riqueza y abundancia.
3- Negocios con mala o nula actuación gerencial; falta de liderazgo y dirección de equipos; objetivos poco claros o definidos y la ausencia de planificación y de un mapa que nos guíe durante el proceso.

Pero el genoma del emprendedor se puede ir optimizando mediante la adquisición de formación e información de calidad, trabajando las capacidades y el desarrollo y profesional hasta alcanzar una elevada aptitud. Paralelamente, todo lo que podamos implementar en nuestro desarrollo humano y personal, nos dotará de la actitud correcta para afrontar cualquier desafío.

Los emprendedores y los empresarios individuales comprometidos somos proactivos, y rápida y eficazmente desarrollamos unas cualidades que nos hacen diferentes.

Tenemos el potencial para adquirir una programación especial, un genoma emprendedor específico que nos hace más intuitivos, tenaces, creativos e innovadores, estrategas, perseverantes, resolutivos, con poder de anticipación y con capacidad para estar por encima de las circunstancias.

 

 

© 2.015 Gabriel Hernández Guillamón

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