El desarrollo profesional requiere conocimiento especializado, y se adquiere en base a la formación continua. Nunca se deja de aprender, todos nos vemos obligados a ello, sea cual sea la actividad, en un mundo tan competitivo y con avances tan rápidos como el que nos ha tocado vivir.
Se dice que alcanzar la maestría en cualquier arte o profesión requiere disciplina, método y sobre todo, horas de aprendizaje. Un virtuoso o un experto en cualquier campo, necesita unas 10.000 horas de práctica para conseguir la excelencia.
En cierta ocasión, una admiradora de Narciso Yepes tras uno de sus conciertos le dedicó las siguientes palabras:
“Maestro, hubiera dado toda mi vida para poder tocar la guitarra como usted”. A lo que el maestro respondió:
“Es precisamente eso lo que yo he hecho, señora”.
Las tecnologías y los avances científicos exigen un reciclaje continuo. No se puede ejercer hoy una profesión sin actualizar los conocimientos. Como dice mi amigo Xesco Espar, entrenador y campeón olímpico del equipo de balonmano del F.C. Barcelona y formador:
Para ser un profesional de éxito hoy no basta con ser bueno,
ni estar bien preparado, ni si quiera ser excelente
…hay que ser acojonante.
Una profesión es una actividad especializada de trabajo dentro de la sociedad. Un profesional es una persona que ejerce una profesión, y que requiere tener conocimientos especializados, espíritu de servicio y elevadas normas éticas.
Ser un profesional implica trabajar respetando en todo momento las leyes que regulan la actividad y los valores éticos esenciales e inalienables a la profesión. Ser profesional es actitud de servicio a la comunidad. Todo planteamiento en el que prevalezcan intereses puramente económicos y meramente comerciales o mercantilistas, te llevará irremediablemente al fracaso en el medio-largo plazo.
El dinero será una consecuencia justa producto del trabajo y la voluntad de servicio a la comunidad, pero nunca el dinero puede plantearse como el fin último. Esa actitud de servicio debe estar definida por entregar más valor de lo que el usuario está pagando por un servicio determinado, beneficiándolo en todo momento.
Como es sabido, lo que se siembra se recoge. Pero voluntad de servicio no es servilismo, es entregarse a una profesión que se ama y fruto de ese compromiso se recibe siempre más de lo que se entrega por un principio de correspondencia. Hay que ser monomaníaco y pensar en el usuario ante todo, por delante del servicio prestado.
Hervir, Servir y Vivir.
En la actuación profesional están relacionadas tres acciones representadas por tres verbos, cuyo infinitivo pertenece a la tercera terminación y que son la excepción a la norma gramatical porque se escriben con “V”:
El primero, Hervir, hace alusión al trabajo diario mezclando los ingredientes necesarios para el buen hacer, «cocinándolos» para conseguir una actuación profesional brillante.
El segundo, Servir, se refiere a esa actitud ya definida que es la actitud de contribución y servicio hacia los demás y al conjunto de la sociedad.
El tercero, Vivir, significa una vida profesional plena, que nos reporta el disfrute y la satisfacción por el trabajo bien hecho.
Hay que prestar atención al diálogo interno y a la forma en que te hablas, pues tu vida refleja lo que piensas la mayor parte del tiempo. Por ello, hay que pensar como un profesional para actuar como tal. Puede parecer una obviedad, pero me he encontrado con profesionales que no se consideraban como tales en algún momento de su trayectoria, bien por falta de recorrido profesional o por sentirse poco preparados aún o con pocos conocimientos, y esto tiene una base de falta de creencia en las propias capacidades.
Si te ves un poco así, mi recomendación es que, al tiempo que te sigues formando actúes como un profesional, es decir, si no te consideras aún un profesional en el amplio sentido de la palabra, prueba a «actuar como sí», es decir, habla, viste, siente, piensa y empieza a verte como el profesional en el que te quieres convertir aprovechándote del efecto Pigmalión.
Este personaje de la Mitología Griega era escultor y Rey de Chipre y buscó durante muchísimo tiempo a la mujer perfecta de la cual enamorarse. Frustrado en su búsqueda, decidió dedicar su tiempo a crear bellas esculturas para compensar la ausencia de la mujer ideal. Se enamoró de una de ellas que representaba a Galatea, llegando a tratarla y hablarle como si fuese real, incluso durmiendo a su lado. La diosa Afrodita finalmente se apiadó de él, permitiendo que la escultura cobrase vida.
Nuestro nivel de competencia depende del momento en el que nos encontramos durante el proceso del aprendizaje. No podemos plantearnos conocer algo que no sabemos qué, y por tanto en ese momento somos incompetentes inconscientes, es decir, no sabemos que no sabemos sobre algo concreto.
Cuando descubrimos algo y comienza el periodo de aprendizaje, somos conscientes de que no sabemos todavía sobre esa materia, es decir somos incompetentes conscientes. Este nivel de incompetencia produce ansiedad porque queremos dominar un arte o disciplina, pero somos conscientes de nuestra incompetencia.
El siguiente nivel es la competencia consciente, momento en el que hemos adquirido los conocimientos necesarios para el desempeño profesional pero necesitamos estar conscientes de lo que hacemos, porque el conocimiento no se ha integrado aún como un hábito de conducta.
El objetivo es alcanzar la competencia inconsciente, que se adquiere con los años de práctica llegando al punto de actuar correctamente sin ser conscientes de ello porque se ha convertido el proceso en un acto automático, y nos movemos en un entorno conocido con naturalidad y sin necesidad de tener que pensar en lo que hacemos.
Como profesionales, alcanzar este nivel de competencia sólo requiere práctica y tiempo, porque el conocimiento ya lo posees desde la formación académica y la no reglada, y existe una base de inteligencia triunfante que es la suma de conocimientos y hacer.
Ser profesional dentro de un proyecto emprendedor requiere talento. El talento es poner en valor lo que sé, puedo y quiero hacer.
La raíz etimológica proviene del latín talentum y a su vez ésta del griego y significa vasija o plato de balanza. También se refiere a una moneda de cambio utilizada en el mundo antiguo.
El talento se puede considerar como un potencial. Ahora bien, siendo conscientes de que el talento que no se aprecia, se deprecia…y se desprecia.
El talento como potencial lo es en el sentido de que una persona dispone de una serie de características o aptitudes que pueden llegar a desarrollarse en función de diversas variables que se pueda encontrar en su desempeño. El talento es una manifestación de la inteligencia emocional y es una aptitud o conjunto de aptitudes o destrezas sobresalientes respecto de un grupo para realizar una tarea determinada en forma exitosa.
Emprender es un tipo de talento, la clave está en si es un talento fijo o de superación, y el 80% de los profesionales cree estar en talento de superación, aunque en realidad suelen estar en una mentalidad fija, por lo que hay que trabajar en este campo.
Hay que tener en cuenta que la sostenibilidad de un organismo depende de que la tasa de cambio sea igual o superior a la del entorno, y ser un profesional requiere adaptación y capacidad para la superación y el cambio. Por lo tanto, debemos ser entrenables y moldeables para desarrollar esa capacidad de adaptación necesaria para poder asumir los cambios que definen a un profesional con la cualidad de talento de superación.
Un profesional es empático y generador de confianza, y sin estas aptitudes de nada sirven las técnicas. Para la confianza, es más importante lo que se transmite que lo que se entrega.
Debemos ser conscientes cuando estamos delante de una persona por primera vez, que ésta va a decidir si le caemos bien o mal y si generamos confianza en ella o no, por una reacción de nuestro cerebro más primitivo encargado de gestionar los mecanismos de supervivencia, formándose esa opinión en el tiempo récord de 0,29 segundos.
Por lo tanto debes tener impreso en el carácter y la personalidad tus valores para que éstos puedan estar alineados con tu ser y que puedas así transmitir una buena impresión generadora de confianza. Como dijo Oscar Wilde, “nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”
Habrá veces en la carrera profesional en las que tengas que cambiar de decisión, dar un giro conveniente en tu trayectoria. A veces sucede y es normal, pero eso no implica alejarte de lo esencial, porque cambiar de decisión no es cambiar de dirección. Cualquier cambio que implique mejora siempre aportará crecimiento al proyecto, siempre que venga del análisis y estudio necesarios. De este modo, seguro que adoptarás la solución más conveniente sin que te afecten las opiniones externas.
Una vez tomada esa decisión de cambio, debes avanzar sobre ella. Te criticarán igualmente, lo hagas o no y, en cualquier caso y ante la duda, sigue a tu corazón. No te fallará.
En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje
se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe.
Eric Hoffer.
El conocimiento es poder. En épocas pasadas, el valor residía en el capital o las tierras, sin embargo, hoy el principal activo de un país reside en el conocimiento especializado.
El mercado de la formación está experimentando una demanda creciente y muchos son los profesionales que han tomado conciencia de su importancia, siendo cada vez más las empresas que dedican partidas presupuestarias de cierta entidad a formación y reciclaje profesional.
En otros tiempos, en muchos ambientes de trabajo la formación era escasa o destinada únicamente al gerente, propietario o el dueño de la empresa, para después trasmitir el conocimiento adquirido a sus colaboradores de manera parcial y bajo criterios de reserva y oscurantismo, temerosos de que más tarde pudieran convertirse sus empleados en competidores si les enseñaba demasiado.
Afortunadamente, hoy existe otra conciencia y el buen empresario invierte tanto en la formación de sus equipos como en sí mismo, consciente de que el valor de su empresa reside en su equipo humano.
Si un talento dentro de la empresa es reconocido y remunerado justamente, aportará crecimiento a la misma permaneciendo en ésta por tiempo indefinido, salvo que decida trabajar en el futuro en otra empresa porque le motiven nuevos retos. En ese caso no habrá sino que felicitarlo por su valía y coraje, expresándole gratitud por el tiempo compartido en la nuestra y por los objetivos comunes alcanzados.
Hay quien se muestra incómodo con esta idea. Pero si temes que formando a tus empleados un día se marchen, prueba a no formarlos y que se queden.
Para recibir formación es necesario ser entrenables. Eso pasa necesariamente por tener entre los valores esenciales de la persona la humildad. La persona humilde es terreno fértil donde puede arraigar todas las demás virtudes.
Es lo contrario a la soberbia. Una persona humilde no es pretenciosa, interesada, ni egoísta como lo es una persona soberbia, que se siente autosuficiente.
Es una cuestión de actitud y si nos fijamos en los grandes personajes de la historia de la humanidad, por lo general eran personas de grandes valores esenciales pero sobre todo, humildes.
Los profesionales estancados, a veces se quejan de su situación y suelen descargar la responsabilidad de lo que les sucede en terceras personas y acontecimientos externos y siguen haciendo lo mismo una y otra vez esperando que la situación mejore, no tomando parte activa para intentar cambiar de signo los acontecimientos.
No son conscientes de que las tendencias y las técnicas avanzan en el mundo de hoy, haciéndose necesario sincronizar la velocidad del cambio con la velocidad de aprendizaje para no quedar retrasado.
No vamos a ganar dinero echando más horas, sino haciendo que nuestra hora de trabajo valga más y eso exige formación y conocimiento especializado en las áreas del desarrollo personal y profesional.
El desarrollo profesional es la acumulación de conocimientos, técnicas y experiencias propias relacionadas exclusivamente con una profesión específica.
El desarrollo personal es la formación complementaria del desarrollo profesional basada en el conocimiento, comprensión y manejo de los principios que dignifican y realizan a la persona, incluyendo la ética y los valores.
Adquirir conocimiento para el desarrollo personal permite aflorar todas nuestras potencialidades e implementará lo aprendido en las materias específicas de la profesión y por tanto, en nuestro desarrollo profesional.
La acumulación de conocimientos en alguna de estas dos áreas de forma separada, no nos garantiza el éxito profesional. Para ello se requiere de grandes dosis de iniciativa, astucia y compromiso con nuestro propósito, tomando como puntos de referencia el momento personal y profesional en el que nos encontramos y la meta a alcanzar. Después, segmentaremos el recorrido en etapas asumibles para ejercer una acción continua y diaria.
El desarrollo profesional individual es directamente proporcional al desarrollo personal, es decir, lo que crezcas como persona determinará la altitud de tu proyección profesional. Del mismo modo, una empresa no crecerá un ápice más de lo que crezcan profesionalmente todos y cada uno de sus integrantes.
Todo nuestro aprendizaje tiene un efecto poco visible en cuanto a resultados en el corto plazo. Hay que ser pacientes y perseverantes, sabiendo que tras el proceso habrá resultados y que éstos aparecerán en cantidad suficiente.
Es un proceso que opera en segundo plano, silente e invisible a los demás. Es como aquello que queda oculto bajo la línea de flotación de un barco y que es fundamental para la estabilidad, la propulsión y el gobierno de la nave. Son elementos que no parecen relevantes al estar ocultos, pero que están ahí y que garantizan el avance hacia buen puerto.
El éxito a veces es contraintuitivo, pero la mayoría de las veces no es sólo un resultado, sino que obedece a un proceso. No basta con desear un objetivo, hay que merecerlo, y eso implica trabajo duro. La pregunta entonces podría ser: ¿en quién me tengo que convertir para alcanzar mi propósito?
No se puede crear una nueva realidad siendo la misma persona y somos literalmente nuevas personas, cuando incorporamos conocimiento y aprendizaje a nuestras vidas, volviéndonos más inteligentes, más seguros y más capaces.
© 2.016 Gabriel Hernández Guillamón
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