La integridad es ese conjunto de valores coherentes, inseparables e indivisibles de la persona, conducentes a actuar con honestidad, sinceridad y sentido de la justicia.

Los códigos éticos o de conducta establecen un comportamiento basado en nuestro sistema de creencias personales. Implican un modo de proceder para hacer las cosas del modo correcto, ayudando a los demás y buscando un resultado que los beneficie y, en ningún caso y por el contrario, que los pueda perjudicar.

La integridad produce efectos positivos sobre nuestro ser, en los demás y en las empresas donde sus componentes mantienen su integridad personal.

Sólo quien es íntegro puede tener perspectiva de una situación para decidir prudentemente. Actuar desde lo profundo de nuestra conciencia y saber lo que está bien y lo que es moralmente correcto, nos ayuda a establecer un orden de prioridades para actuar y decidir sobre el camino a seguir en aras del bien y nunca bajo criterios de beneficio personal.

Esta actitud aporta valor en la comunicación y proyecta una personalidad generadora de crédito y confianza, creando vínculos de seguridad en las relaciones.

Todo ello es la base de la reputación de la persona y, en consecuencia, de la empresa. Una trayectoria limpia e intachable vendrá a sumar más credibilidad, seguridad, afinidad, confianza y reconocimiento hacia los demás.

La buena reputación permite afianzar proyectos en el tiempo, mientras que una reputación poco sólida o puramente aparente, nos lleva a planteamientos de corto plazo, negando de este modo la supervivencia de nuestro proyecto y nuestra empresa en el tiempo. Una fama de integridad constituye así un segundo patrimonio.

Construir una sólida reputación personal y empresarial es una labor difícil y que implica tiempo. Sin embargo, perderla es muy fácil.

Las acciones reprobables o poco limpias mermarán muy rápidamente la confianza y socavarán cualquier esfuerzo.

Hay que trabajar cuidando de manera constante los principios éticos y de integridad en el día a día, atendiendo tanto al modo en que estamos plateando nuestros objetivos como al fin último de nuestro proyecto.

Una buena reputación se construye poco a poco, trabajando siempre en una misma dirección, de tal modo que las reacciones que podamos tener ante los demás cuando aparecen problemas, puedan ser predecibles por éstos, y pueda resolverse la situación con total transparencia como resultado de una conducta coherente.

Directivos íntegros crean ambientes de trabajo de integridad y el resultado son empresas asimismo íntegras y con proyección de futuro.

Empleados o profesionales que vengan a sumarse a nuestro proyecto con planteamientos diferentes, pronto quedarán fuera del sistema pues éste los rechazará. Se producirá de modo natural una depuración por la propia esencia y el espíritu corporativo de empresa.

Hay que empezar trabajando la integridad personal estando cerrado a influencias negativas, comentarios, críticas, planteamientos deshonestos e intenciones torticeras.

Hay que cuidar nuestra integridad como nuestra cualidad más preciada, siendo el planteamiento ético, en todo momento, una norma.

Un profesional es una persona íntegra que cumple siempre y que procede de un modo predecible para los beneficiarios de su actuación, no viéndose éstos nunca defraudados.

 

 

© 2.016 Gabriel Hernández Guillamón

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